El bichito de la curiosidad nos picaba y estábamos maravillados por las fotos increíbles que nos había mostrado, entonces se nos ocurrió charlar con Aníbal Cheble, un sanjuanino que se dedica a los deportes extremos y que hace un par de años viene planeando por los aires.
Aníbal empieza la entrevista contándonos que el paracaidismo se remonta a 1797 cuando André Jacques Garnerin saltó por primera vez de un globo aerostático. Luego de este episodio, en el ambiente militar se adoptó como medida de seguridad y como modo de despliegue de tropas. Pero en 1952 fue reconocido internacionalmente como un deporte. En el paracaidismo nunca se deja de aprender, las sensaciones son intensas y la camaradería y el sentido de comunidad no faltan nunca, ya que gran parte de la seguridad al practicarlo pasa por cuidarse entre todos. Todo esto genera un clima muy propenso a formar amistades.
¿Cómo empezaste a practicar paracaidismo?
Prácticamente desde que tengo uso de conciencia sentía curiosidad por el paracaidismo, en algunas oportunidades estuve a punto de comenzar el curso para practicarlo, pero siempre por algún motivo terminaba postergándolo. A mediados del año 2009 se dieron las condiciones en cuanto a ganas, que nunca faltaron, tiempo disponible y dinero para comenzar, y así fue que investigué un poco y decidí arrancar en el CEPAC (Centro de Entrenamiento de Paracaidismo Córdoba), ya que en ese momento vivía en Córdoba. Hice las averiguaciones, trámites, estudios de aptitud (obligatorios) y empecé.

¿Cómo fue la primera vez que saltaste?
La primera vez que salté fue el 12 de Diciembre de 2009, en el Aeródromo Coronel Olmedo, donde funciona el CEPAC. Fue una mezcla de sensaciones bastante intensas, por un lado la ansiedad y la anticipación del primer salto, ya que llevaba varias semanas con la parte teórica del curso y definitivamente estaba convencido de que estaba listo para saltar, pero cuando el avión empezó a subir dejó lugar a un repaso frenético de todo lo que había aprendido y tratando de no dejar nada en el tintero, sobre todo las medidas preventivas o correctivas por si algo salía fuera de lo previsto. El pico máximo de tensión fue sin duda cuando el instructor me hizo la seña para que saliera por la puerta del avión y me parara en el montante para luego saltar, tuve que esforzarme un poco para no obedecer a mi instinto que me decía que me quedara dentro del avión. Luego de eso, una vez parado en la rueda del avión fue algo prácticamente mecánico siguiendo todos los procedimientos que me habían enseñado las semanas previas, que supongo es como debía ser. Una vez en tierra firme de nuevo, luego de las felicitaciones de rigor y las bienvenidas tradicionales entre mis nuevos colegas paracaidistas, me senté y me di cuenta de que, aunque no pareciera, estaba físicamente muy cansado, producto del estrés, supongo.
Según nos cuenta Aníbal apareció otro factor que fue la posibilidad de volar y eso lo cautivó
A medida que se gana experiencia y habilidades en el aire, se puede hacer mucho más que caer, de hecho, una de las disciplinas que está convirtiendo al paracaidismo en un deporte más popular es el freefly cuya traducción literal es: vuelo libre y donde con distintas técnicas se puede subir, bajar, desplazarse, doblar... en fin, volar. Es uno de los sueños más poderosos del ser humano durante toda su historia, la de poder volar, y en mi opinión esto es lo que más se le acerca. Ahí está la mística del paracaidismo. Y Aníbal te lo dice tan seguro que te convence.
¿En qué cielos saltaste, cuál es el que más te impactó y por qué?
En lo poco que llevo en esto, he saltado en varias provincias de Argentina como Córdoba, Chaco, Buenos Aires y San Juan, también en Uruguay y España. Cada lugar tiene su particularidad y su encanto visto desde arriba, pero sin duda los que me gustan más son los cielos sanjuaninos, y no lo digo sólo por ser de acá, sino porque realmente ofrecen una vista y unas características para este deporte que son excepcionalmente buenas. Volar entre ríos y quebradas, montañas, cerros. La vista de la cordillera. ¡Impagable!.

¿Hasta qué edad se puede saltar?
No hay una edad límite, se puede saltar siempre y cuando se pueda seguir aprobando el examen piscofísico reglamentario, y dicho examen es fácilmente superable por cualquier persona sana. Tengo un muy buen amigo de Estados Unidos que actualmente vive en Argentina, Robert, que con 83 años sigue saltando y brindando con un vaso de cerveza luego del último vuelo del día. Si se practica con seguridad, no es un deporte muy exigente en cuanto a lo físico.
Nos cuenta Anibal que hay algunas personas que luego de haber hecho el curso no se animan a hacer su primer salto, o que desisten luego de tres, cuatro o cinco saltos, pero son casos aislados.
La persona que averiguó y empezó el curso, por lo general, es porque está bastante decidida, y una vez que supera sus miedos y salta, queda enganchada para siempre. Sentencia este sanjuanino enamorado del paracaidismo.
¿Conoces a alguien al que no se le abrió el paracaídas y tuvo que abrazarse a un compañero?
No, y no existe ninguna posibilidad, salvo en las películas. Si se han hecho 2 o 3 saltos con este tipo de maniobras donde una persona salta sin paracaídas, y luego de unos segundos se vincularon a otro paracaidista con un arnés especial para tal fin para luego abrir el paracaídas del segundo, pero no han sido improvisaciones, sino piruetas muy bien preparadas, y muy bien pagadas... Es bastante común que a los paracaidistas nos pregunten ¿Alguna vez no se te abrió? o ¿Qué pasa si no se te abre?, cuando en realidad siempre se abre. Lo que puede ocurrir es que se abra desprolijo, por así decirlo, donde hay muchos mecanismos y procedimientos que seguimos para solucionar esa improlijidad. Si nada de eso resulta, descartamos el paracaídas principal y usamos el de reserva, en el que las aperturas no son tan confortables, pero abre siempre, y bien.
