Tura montada en una lata de fuego
deja estrobo de chispas por la carretera
hace auto stop en un rancho
quema a todos, mata a todos
un zafarrancho
no entiende de suplicas, menos de llantos
La primera vez
Corre el año 1992 y una banda de hombres trajeados de negro desayuna en una típica cafetería americana. La conversación versa sobre una canción de Madonna: Like a virgin. De entre los eventuales y ociosas explicaciones se impone una versión, la de Mr. Brown: la canción tiene por protagonista una ninfómana. Para saber porqué se siente como una virgen, favor de ver el film o dejar volar la imaginación. La versión de Mr. Brown alias Quentin Tarantino prevalece porque es sorpresiva y feliz a la vez que excesiva. Los hombres pagan, salen del café, un programa de radio en off toca supertemas de los años 70 y bajan los créditos: Reservoir Dogs
El relato sufre (no encontré un verbo mejor) una elipsis inédita en la historia del cine negro: cuando en una película hay un robo, la convención dicta que el espectador debe asistir al diseño del plan, a sus preliminares y al climático golpe. Esa elipsis de antimateria fagocita todo un género: el caper o cine de grandes golpes. Tarantino salta de los créditos a un auto en fuga: el golpe fracasó y Mr. White conduce a toda velocidad a la vez que trata de calmar a su compañero malherido que se desangra en el asiento trasero. Nadie entiende mucho qué fue lo que salió mal. ¿Y el espectador? Bien, gracias. De esa mezcla de pop, violencia y modernidad narrativa está hecha la opera prima de Tarantino.
La morocha y la rubia
Pasamos ahora a tratar de develar el misterio que ha quitado el sueño a sabios y artistas de todos los tiempos: la mujer. Pido perdón a los lectores por distraerme de más en Perros de la calle, la idea original era saltar, como Quentin, de esa interpretación posible, corrida y extrema de una canción “de chicas”, a las Chicas Tarantino. Aquí vamos...
La tercera película de Tarantino lleva por título el de su protagonista: Jackie Brown. El director se sigue moviendo dentro del cine negro, dentro de un cine negrísimo. Triple traición es un film homenaje por lo menos doble: al blacksploitation, cine de bajo presupuesto y altas dosis de violencia en ambiente “afroamericano”, por un lado, y, por otro, a una de sus máximas figuras, Pam Grier, quien interpreta a Jackie. La película no gustó, dejó gusto a poco después de Pulp Fiction. Y es que Jackie Brown es una película más contenida que sus predecesoras y merece todo un análisis aparte. Lo que importa es que las mujeres empiezan a salirse con la suya en las películas de Quentin. El policial es un género habitado por mujeres fatales y vampiresas: ambos estereotipos surgidos de uno de los miedos más profundos de la cultura patriarcal, el miedo a la mujer.
Las chicas de Quentin medran en el mundo de los hombres porque son dueñas de su destino o son lo suficientemente fuertes para recuperar sus riendas. En 2004 se estrena el volumen dos de Kill Bill y Uma Thurman, ahora conocida como Beatrix Kiddo cierra su venganza y recupera a su hija: en el camino queda un centenar de muñecos sin cabeza. La venganza es un plato que se sirve frío rezaba el proverbio chino que abre el volumen uno y Tarantino preparó un batido proteico de spaguetti western y chanbara (cine de capa y espada japonés) que a más de un fan de la ortodoxia tarantinesca le sentó un poco pesado
Tarantino es un director cinéfilo, ya era hora de usar ese comodín de la crítica. Dice la leyenda que trabajaba en un video club y que en las noches de luna llena... hacía doble turno (risas). De entre las indeterminadas y periódicas listas (por no exagerar con infinitas) de citas, pastiches o plagios detectados por la policía referencial en Kill Bill, hay dos que quiero rescatar: La novia vestía de negro de Truffaut, película en la que Jeanne Moreau enviuda a la salida de la iglesia en la que acaba de casarse y Lady Snowblood de Fujita, en la que Maiko Kaji venga a su familia con una espada samurái. Hay sangre y nieve en el duelo final del volumen uno y dos canciones interpretadas por Kaji en su banda de sonido.
Mujeres al volante
La quinta película de Tarantino formó parte del proyecto Grindhouse. En Argentina se estrenó extendida y a destiempo. La película está dividida en dos partes y atravesada por la ruta asesina de stunt man Mike: doble de acción de la vieja escuela de la destreza física a quien posiblemente los efectos digitales han dejado sin empleo. Tarantino hace un film de una ética cinematográfica de “fierro”: en Death proof los protagonistas son una chevy y un dodge que se persiguen a una velocidad salvajemente real meta palo por las carreteras del sur. No soy un amante de los autos, pero he vibrado con el score de la persecución, con el rugido de esas bestias de acero poseídas por más de 400 caballos de fuerza. Espero que el “tuerca” rápido y furioso, educado en el tunning, haya experimentado algo de esa fuerza ajena a toda imaginería digital.
En la primera parte, un grupo de chicas es asesinado en un accidente por stunt man Mike en un premeditado y alevoso choque: el chevy está preparado para chocar y el compacto de las chicas nada tiene que hacer frente a una máquina a prueba de muerte. Hasta acá la película se mueve dentro del slasher: no hables ni bebas con extraños, y mucho menos les hagas bailes eróticos, puede que se trate de un psicópata. Pero Tarantino carece de esa mirada puritana. Nos señala lo viejo y nos prepara para lo nuevo. El segundo grupo de chicas está formado por gente de cine. Dos de ellas son dobles de acción y manejan un mustang primero y el dodge en la persecución final. Los papeles se invierten y el cazador es cazado. Zoë Bell, que en Death Proof se interpreta a sí misma, había sido la doble de acción de Uma Thurman en Kill Bill.
Shoshana en el cielo
Es posible que Tarantino haya hecho historia con sus Inglourious Basterds: nadie nunca había matado a Hitler en el cine. Y es este “en el cine” el que nos interesa para cerrar. Hemos repasado rápidamente su filmografía centrándonos en las mujeres que los protagonizan a partir del tercero. En su penúltimo film Tarantino cruza una nueva frontera o una frontera disponible: la del cine bélico. En su película de guerra no hay grandes combates sino pequeñas escaramuzas, cuando la cámara no llega una vez que la acción ha finalizado. Los claros protagonistas del film no son los bastardos del título, sino Shoshana Dreyfus, alias Emanuelle Mimieux, y su sala de cine.
Cine dentro del cine dentro del cine ¿hasta el vértigo? No, la cita de Hitchcock es de otra película, una que nos enseña que el material de que está hecho el cine es inflamable. Unos minutos después, la joven judía que perdió su familia a causa de los nazis planea su venganza cinéfila: hacer volar por los aires a toda la plana mayor del ejército alemán durante la proyección del último film propagandístico de Goebbels. David Bowie nos lo adelanta desde la banda de sonido mientras Shoshana se pinta para la función: vamos a quemarlo todo con gasolina. Tarantino había fagocitado un género, había mezclado en la moledora muchos más, ahora lo hace volar por los aires con la ayuda de una de sus chicas: Shoshana, mártir y señora de la cinefilia incendiaria.
