La música es la entrada incorpórea a un mundo superior de conocimiento que comprende a toda la humanidad, pero que la humanidad no puede comprender
Sin desviarse de la norma, el progreso es imposible
Darío es un tipo muy cálido, receptivo, abierto a la charla. También empático en lo que uno propone. Tanto que te olvidás que es músico, que estamos grabando hace dos horas y que, como cantaba Soule, todo concluye al fin, nada puede escapar. Y así discurrimos los senderos digitales.
Mí, me, yo.
Yo empecé muy chico con la música, estudiando piano desde los seis, siete años. Mi trayectoria fue bastante errante: primero estudié bastante tiempo piano, me orienté hacia la música popular y la armonía de la música popular, y después entré a hacer la licenciatura en composición en la UCA. Esto me dio una etapa larga de formación académica, mientras que en paralelo a esa etapa estuve haciendo canciones y armé un grupo de composiciones mías, que eran una especie de fusión particular con influencias de jazz y de música académica, llamado Darío Jalfin Grupo. Con este proyecto de canciones y música instrumental gané en el 2006 el premio Octubre, que tenía un jurado con artistas bastante variados, tales como Lito Nebbia, Suma Paz, Ariel Minimal. Esto me dió derecho a grabar un disco en Melopea, con Lito apadrinándome, pero con mi producción.
Cuando decidí grabar ese disco hice un pasaje más definitivo a la canción. Ese CD se llama Le Pondría Una Letra y salió en el 2008. El mismo fue seleccionado por el Club Del Disco y giré mucho tocándolo en festivales y recitales.
No me toqués los discos, te dije.
Cuando llegó el momento de sacar el segundo disco, evalué la posibilidad de otros formatos para editarlo, hasta dar con el concepto de edición digital que hoy desarrollamos con el sello Arroba Music.
La idea fue encontrar un formato físico que tuviese una clave oculta, que una vez descubierta se ingrese en un sitio web y sea válida para usar una única vez. De esa manera se puede descargar el material. Esto tiene varios puntos a favor para el momento que estamos viviendo: uno es que la mayoría de la música que se edita en CD termina pasando a otro formato para escucharla en dispositivos tales como computadora, mp3, iPod, teléfono u otros.
Por otro lado para el artista es un proceso mucho más económico respecto de editar un CD, y permite también publicar en el mismo paquete de descarga canciones, videos, cupones de descuento para un show, las letras, piezas gráficas. Es decir que es un espacio para que un artista pueda decidir el paquete que el consumidor se descarga. Esto último me permitió defender el álbum como concepto.
Este sistema permite que el artista defienda conceptualmente una obra. No importa el tamaño o la composición de la misma. Lo que se controla es un paquete de descarga que puede tener una unidad conceptual.
La propiedad y el intelecto.
Yo di personalmente la batalla legal en cada entidad para que mi disco sea reconocido como tal. Es por esto que Rayes y Centollas está editado de tal manera y protegido como un fonograma.
Es como que hay una especie de gran paradoja con respecto a los derechos autorales o la propiedad intelectual, porque el problema es que las leyes son viejas y de alguna manera discutibles al día de hoy, por lo que finalmente termina generando una situación compleja para el artista. En SADAIC, la protección termina produciendo poca autonomía para el artista, dado que éste tiene menos versatilidad y posibilidades para manejar su música, por los costos que tiene para otros trabajar con ella. Es una situación complicada para todas las partes. Se genera una situación en la que se restringen posibilidades en lugar de darlas. Si la norma fuera un poco más flexible, más adaptada a la realidad actual, sería más adecuada para el momento que nos toca.
Mis CD en USA fueron editados con el sello New World Records de una manera curiosa. Una persona que escuchó mis canciones, consiguió las claves y a través del sistema que comentamos anteriormente, descargó los discos, se entusiasmó y editó a nivel mundial mis discos de manera digital en las grandes tiendas digitales de música, entre ellas iTunes, Amazon y otras. Esto se puede ver como un caso de éxito ya que en otro contexto o en otro tiempo probablemente yo no hubiera editado nunca mis discos en estos lugares.
Sin duda que esto democratiza el acceso a los artistas y su obra, dado que no importa dónde te encontrés, podés llegar al arte que te gusta por otros canales.
Ahora hay una camada de artistas de mi generación extraordinarios. Todos son superadores en un montón de cosas respecto de la tradición; es como un momento especial con proyectos como los de Lucas Martí, Lucio Mantel, Rosal, por citar algunos. Es gente que está avanzada en modernidad, que tiene formación, ideas, panorama. Yo confío en que estas cosas se difundan.
Enrédame Socialmente
Pienso que al haber tanto bombardeo, como tan exagerado, siendo optimista, la gente va a tener que preguntarse mucho más qué le gusta y qué quiere escuchar.
Es utópico lo que digo, pero pienso que estamos justo en este momento en esa paradoja: las herramientas son democratizadoras en un punto, virales, bombardean con información, pero a la vez fomentan la reciprocidad, el contacto uno a uno. Esto genera relaciones más enriquecedoras.
Cuando la gente entiende que el artista no es poseedor de una cosa tan mágica como se creyó, la entronización cede, y se recupera espacio para ver qué conmueve, qué le llega, qué gusta. Creo que ahí está el secreto.
Aunque para Darío, los secretos no se guardan. Se publican y se descargan. Pero sólo para aquellos quienes tienen la clave.
Desde el punto de vista de la industria del hit, el hecho de fraccionar todo para venderlo existe hace mucho. Pero la existencia de iTunes o los sitios de descarga de canciones exageraron esta tendencia. Terminaron de atomizar una obra o ponerle un precio a cada canción, perdiendo lo conceptual, lo íntegro
